“Si no hacemos lo imposible
habremos de afrontar lo
inconcebible”
I.
Que el miedo cambie de bando.
Lo que
hacemos como colectivo no se manifiesta como una serie de episodios, sino más
bien como un continuum, un flujo que debería ser abordado de una manera
estratégica y sobre todo como una oportunidad para evidenciar que bajo la
normalidad democrática o la falsa paz social subyacen relaciones de conflicto,
de lucha, una verdadera guerra social. Es cierto que hasta ahora la situación no
se ha tensionado, aunque parezca que las condiciones están dadas para que eso
suceda, que la explotación, la represión, la opresión y la dominación fluyen
con el status quo; sin embargo, esto no quiere decir que no se pueda intervenir
y presentar en su momento variaciones en esta normalidad.
Claro,
no somos totalmente ajenos a la determinación de las situaciones –una multitud
adormilada, falta de esclarecimiento de lo que sucede, escasez de recursos
etc.-; no obstante, hay un espacio, una coyuntura, que como minoría activa y
con principios elaborados podemos aprovechar para organizar la solidaridad
necesaria que pueda en su momento emprender una lucha real.
Esta
oportunidad, pienso, es la llegada del Tribunal Permanente de los Pueblos (TPP)
y su interés de que en Mexicali se realice una audiencia a nivel regional. Esto
resulta interesante no solo por la posibilidad de hacer evidentes las distintas
problemáticas que hay en la ciudad o en el estado, sino porque puede enlazarnos
con otros actores que ya se encuentran en resistencia y presentar a las redes
de poder en la región -cómplices y participes de redes mayores- una temporada
que no olvidaran.
II. La
política no es sino la continuación de la guerra por otros medios.
Si
debemos reconocer algo del adversario es que nos ha vencido, si debemos de
reconocerles algo es que han llevado la lucha al espacio que les conviene, al
terreno en el que pueden vencer fácilmente, administrar el descontento,
transformarnos en un cifra y en su momento recuperar la rabia para mandarnos al
anonimato y proseguir así, con una relativamente pacifica reproducción del
sistema.
No
hace falta remitirnos a la historia para evidenciar en que momento sucedió esto,
no hace falta tampoco enumerar los pocos espacios liberados que existen en el
mundo. Basta con mencionar que el desafío que se nos presenta como generación
es el de afrontar la devastación total, la desposesión total de los bienes, la
mercantilización de la vida y la cosificación de todas nuestras relaciones, entre
otras cosas que ya llevamos a cuestas en el espíritu -en el sentido que se
quiera-.
Para
México, 1917 y la constitución representan el esquema de un poder que se
manifiesta a través de la opresión y el contrato, una prórroga de la explosión
revolucionaria de 1810 y 1910, por el triunfo de la política, un guerra
silenciosa que gestiono la desigualdad por medio de instituciones y
prerrogativas cedidas a los vencidos bajo el discurso de un nacionalismo
revolucionario.
Pero
esta prórroga no podía ser eterna, ni a nivel nacional ni global, si la guerra
inicio por las ansias de enriquecimiento de unos cuantos sobre las mayorías,
esta se evidencia de nuevo con la embestida de los capitalistas bajo la bandera
neoliberal. Las elites lo saben, por lo tanto se equipan con modernos aparatos
represivos; solo falta que los excluidos de esta orgia abominable se den cuenta
que desde hace tiempo les han declarado de nuevo una guerra que solo se había
encubierto bajo la máscara civilizada de la política. La cual, hasta el momento
no ha sido sino el arte de disciplinar y controlar -sutil o violentamente- a
las masas para dominarlas.
Si
en algún momento los excluidos intentaron disputar el poder político a las
clases dominantes, hoy queda de manifiesto que dicho camino siempre estuvo
errado y que hoy más que nunca este se encuentra clausurado.
Si
una nueva política habrá de manifestarse, esta será la de la autonomía, esta
será la de ruptura completa con este modo decrepito de vida y a su vez la
organización de la solidaridad en busca de un nuevo poder colectivo que se
exprese directamente desde la responsabilidad individual hasta la conformación
de cuerpos autónomos. Pero esto solo será resultado de un proceso ya en marcha,
de una política que prefigure hoy la organización social del mañana.
III.
La relación con y contra el poder no es jurídica sino de lucha.
Las
reformas neoliberales de EPN y compañía, aplicadas igualmente en muchas partes
del mundo bajo los auspicios del FMI, OMC y BM, y publicitadas por las redes de
comunicación masiva como grandes panaceas, son reestructuraciones en el
contrato mediador –nueva leyes, reformas a la constitución- con los oprimidos.
Es decir, se intenta legitimar una dominación con un pacto reformado que
garantice un modo de gobernar en un entorno global, el cual se caracteriza por
asegurar la tasa de ganancia y la acumulación de riquezas por las elites, sin
importar desposeer y contribuir a la precarización en la existencia de las
mayorías, ni el inminente colapso ambiental que se avecina.
Esto
no podría efectuarse sin una represión sistemática de las resistencias que
surgen ante este proyecto, una guerra que ya se pone de manifiesto ante una
supuesta paz socavada por una lucha que nunca termino, y que de igual forma se
exterioriza como un conflicto frontal que como un sutil control social y
mental.
Esto
último evidencia el hecho de que bajo la forma de gobierno y los deseos
capitalistas subyacen relaciones de carácter belicoso; son ellos contra
nosotros, y casi nunca nosotros contra ellos.
Para
los de arriba y para muchos de los de abajo es el derecho que legitima al
gobierno su monopolio de la violencia, lo que otorga carácter de “verdad” a su
dominación, aquello que los presenta como moralmente capacitados para accionar
a voluntad sobre el resto, aunque esta creencia no sea más que una prostitución
de la vida y la razón.
Ese
es su terreno, por lo tanto la crítica al poder no se encuentra en la crítica a
la efectividad de la legislación, sino en la imposibilidad y destrucción de lo
que permite este modo de ejercer el poder. Se trata de destruir la lógica que
posibilita la dominación, no en términos de soberanía del ejercicio del poder a
partir de las leyes, sino de lucha y ejercicio directo y autónomo de un poder
social.
IV. La
estrategia y la logística como articulación de la lucha.
Si
bien es cierto, no debemos esperar a que las grandes cantidades aparezcan para
efectuar una lucha y presentar resistencias ante lo que creemos una injusticia,
también es cierto que los números están presentes desde el momento que aparece
un deseo especifico de lucha.
Estos
números que devienen sujetos tienen capacidad propia de establecer los
parámetros y los términos de la lucha que deseen. Lo sabemos, la esencia de la
autonomía y la autogestión debe presentarse en todo momento, mientras esto sea
así podemos estar seguros de que nuevas condiciones materiales de vida y
relaciones auto organizadas y autorreguladas se están desplegando.
Si
tenemos razón, todo esfuerzo por establecer una estrategia a priori y sobre la
voluntad de un movimiento social inexistente no solo es estéril, sino también la
posibilidad de que surja una minoría alejada de las condiciones concretas de la
lucha.
No
obstante, al concebirnos como una maquina inherente a las luchas con una visión
revolucionaria específica, debemos de antemano saber que debemos impulsar en los hechos, las pautas de acción que
conecten la reivindicación particular de la acción colectiva con el hecho
revolucionario concreto. ¿Cómo? Solo el dialogo y el análisis meticuloso de las
condiciones puede darnos la respuesta.
Cualquiera
que sea el rumbo elegido, debemos puntualizar que dos elementos se vuelven
indispensables en este momento; por un lado la logística, que nos permite
comprender como efectuar un movimiento efectivo de la participación y relación externa
de los recursos y números comprometidos. Y por el otro, la estrategia, como una
habilidad interna de entrelazar y sobrellevar una lucha entre los componentes
del propio movimiento.
Los
principios de autonomía y autogestión dictan la participación directa de los
integrantes de un movimiento, por lo cual, se hace indispensable otra manera de
abordar y enfrentar al adversario, algo que debe iniciar dejando de lado todo
intento de representación de una minoría sobre la totalidad en lucha.
V.
Lucha ficticia o lucha real.
Siendo
críticos con nuestro propio accionar esta abordaje estrategico ha estado del
todo ausente en nuestra actividad en la Asamblea y también ahí donde aún no nos
atrevemos a intervenir, ya sea por apatía, tiempo o por secundar la opinión del
compañero o la compañera más participativa.
Por
el contrario, ciertas opiniones y agenciamientos totalmente reformistas y
minoritarios han prevalecido sobre nuestra visión autonomista y presuntamente
revolucionaria, orillándonos a posicionarnos en el terreno de lo aparente, en
el desarrollo de una lucha parcialmente ficticia, por lo menos en lo que
respecta a la acción.
Si
bien el tema ambientalista sobre el que se desenvuelve la Asamblea por el
Rescate Socio-ambiental se nos presenta superficialmente como un hecho que
excluye otras reivindicaciones, esto no es sino el resultado de la falta de un análisis
meticuloso de los daños colaterales del accionar capitalista y gubernamental y,
de la falta de un planteamiento estratégico y logístico de la lucha.
Debemos
cuestionarnos si el terreno sobre el que muchos de los compañeros de la
Asamblea han decidido delimitar la lucha corresponde con lo que queremos y si
esto no es así, preguntarnos porque razón nos circunscribimos a participar en
los parámetros que otros están estableciendo. Debemos preguntarnos si nuestra
lucha concreta está contribuyendo al esclarecimiento de la conciencia de la
multitud, no a partir de darnos a conocer con logos dentro del espectáculo de
los mass media o las redes sociales, sino más bien a partir de acciones
concretas que ataquen la realidad presente.
Preguntémonos
también si con lo de la Asamblea no nos hemos enclaustrado en un pequeño grupo
donde realizamos el clásico estira y afloja de la política burguesa, es decir,
una administración de ínfimas cuotas de poder dentro de un movimiento que de no
tomar un rumbo distinto puede darse por muerto.
Pareciera
como si constituido nuestro grupo minoritario de trabajo dentro de la asamblea
solo quisiéramos orbitar en torno a este pequeño centro de poder, que por lo
demás no representa nada. Es cierto que la posición hegemónica, la falta de
imaginación y experiencia, y el plan trazado de antemano por algún compañero
debilitaron la cohesión y nos hizo perder un tiempo adecuado para establecer
las pautas de una lucha real. También es cierto que en lo sucesivo se presenta
una oportunidad inmejorable de reconducir la lucha, no solo a partir de las
afectaciones ambientales, sino también para hacerla extensiva a otras
resistencias.
El
Tribunal Permanente de los Pueblos es esta posibilidad, pero no solo como una
oportunidad para participar de manera acrítica y en los términos que plantean los
compañeros que ponen su fe completamente en lo que se pueda lograr a partir de
dicha herramienta, sino en el abordaje y la utilización estratégica de esta
situación con vistas a organizar la solidaridad y tensionar la conflictividad
ante un escenario global y nacional tan agitado; atacando claro, las formas en
cómo se expresa esta tensión a nivel local.
Pero
este ataque debe tener una idea de que medios y dispositivos prefiguran la
autonomía para ser empleados en la lucha, y no dejar nada para otro día en el
entendido de que a alguien más se le ocurrirá. Comprendamos que en el sentido
en que exista una idea para ser expuesta a la totalidad, en ese sentido habrá
más aportes para su enriquecimiento.
VI. Concordancia
entre medios de lucha y fines de lucha: radiografía al TPP.
La
lucha por la autonomía como ruptura frente al estado de las cosas, solo puede
ser posible si de antemano planteamos las luchas en términos autónomos, no solo
como finalidad sino como método de acción que logre romper con la recuperación,
la dominación y la subyugación de las luchas de los excluidos, no solo por
parte de los aparatos del estado, sino a su vez de la mentalidad estatista.
Es
de resaltar que el TPP se erige como un tribunal de “carácter ético” que
pretende suplantar al estado en la incapacidad que este presenta muchas de las
veces en impartir y despachar justicia conforme a derecho. Ellos mencionan que
se han constituido porque muchas de las veces el estado y el derecho se han
puesto al servicio de intereses privados y se han convertido en instrumentos de
opresión.
Ante
esto surgen dos preguntas ¿no es el estado y el derecho una serie de
dispositivos de opresión de una minoría con claros intereses para mantener una
hegemonía sobre la mayoría y para que funcione la sociedad tal y como la
conocemos? Y la otra ¿los excluidos en su búsqueda de autonomía y en la
experimentación de autogobierno necesitan un mediador que le otorgue el
carácter de “ético” a su sed de justicia?
Pues
bien ante estas preguntas y salvo otra opinión,
creo que se ha evidenciado que el estado es un instrumento de dominación
de procedencia totalmente bélica; que por un lado, al garantizar una pseudo paz
otorga derechos a partir de un contrato y mantiene dicha paz solo a expensas de
suprimir cualquier acto de rebelión. Y por el otro, el estado siempre se
encuentra dispuesto a pasar a la represión y la guerra directa contra la
rebeldía, cualquiera que sea su procedencia. Claro, la educación y los medios
masivos se han encargado muy bien de que asumamos que el estado es el único
ente moralmente apto para aplicar cualquier grado de violencia ante los
sediciosos, etiqueta que ya de antemano excluye del conjunto social y aminora
la legitimidad del contenido de las propias reivindicaciones.
Aun
y con todo debemos decirlo con toda nuestra rabia, QUIENES LUCHAMOS NO NECESITAMOS QUE
NADIE NOS DIGA SOBRE LA LEGITIMIDAD DE NUESTRA BUSQUEDA DE JUSTICIA.
Si
esto es así, si se presenta como argumento válido para la construcción
autonómica de nuestra lucha tal vez surja la pregunta ¿por qué ver al TPP como
una oportunidad para organizarse? Pues bien, en una sociedad onanista que gusta
por prostituir el intelecto a veces hay que jugar el papel de proxeneta y
exhibir un poco al cliente.
Afrontémoslo
el TPP es una simulación jurídica que aunque puede servir de oportunidad para
plantear una lucha real y organizar la solidaridad popular en la búsqueda de
justicia, el mecanismo debe ser analizado si es un método factible en la
búsqueda de autonomía o si por el contrario esto no constituye más que una
recuperación de la lucha.
VII. Justicia
popular y TPP.
En
México se han cometido demasiadas injusticas, no de hoy sino de hace mucho
tiempo, ante lo cual han surgido distintas manifestaciones de justicia popular.
Si realmente creemos en la autonomía tenemos que señalar que estas
manifestaciones son tan legitimas como cualquier otras, solo por ser expresión
de una multitud auto organizada que decidió en su momento tomar dicho camino
justiciero. Es precisamente en dicha auto organización donde reside la
capacidad de romper con cualquier tutela externa para tomar sus propias
decisiones, para construir su propia autonomía.
Ahora,
debemos preguntarnos si la forma del “tribunal” puede considerarse expresión de
la justicia popular, o si por el contrario no es parte de una lógica estatista
que busca gestionar la justicia desde la simulación de un aparato de
procedencia -en su forma y contenido- netamente gubernamental y de carácter
burgués.
Es
de resaltar, como históricamente los dispositivos jurídicos surgen bajo la
visión pequeño burguesa carente de derechos, como históricamente la función del
tribunal es mediadora y como esta función y dispositivos se supeditan a la
ideología moral (transformada en leyes civiles) de las clases dominantes.
Si bien,
la justicia popular se ha expresado en múltiples ocasiones de manera imperiosa,
cruel, sangrienta y de forma recurrente despachada desde las calles con
insurrecciones, motines y todo acto sedicioso; debemos decir, que todo
esto representa el principal temor de la
sociedad burguesa, la cual ha inventado
en su momento la forma del tribunal para aislar las expresiones autónomas de
justicia del pueblo, por considerarlas moralmente invalidas y para reforzar así
su carácter tutelar frente al salvaje vulgo.
Sabemos
que el TPP no tiene carácter judicial lo que no significa que no intente
realizar dicha simulación; aun así, es de resaltar su capacidad de romper el
cerco de información, una capacidad que si la hacemos nuestra puede ayudarnos a
realizar esas redes solidarias entre los excluidos. Esto a la vez de ser una
afirmación de la nula capacidad para ser el dispositivo justiciero al servicio
de las distintas luchas, es buen método
para hacer saltar por los aires el monopolio de la información y para reprogramar
los canales informativos, siempre y cuando se pongamos al tribunal estratégicamente
al servicio de las luchas reales.
El
TPP no tiene capacidad de imponer una
pena obligatoria, no tiene la capacidad de realizar un careo entre las partes y
es ahí donde reside su ficción, es ahí donde reside el simulacro de uno de los
aparatos de estado como lo es el tribunal. Enhorabuena que no la tenga, y
enhorabuena si logramos discernir el hecho de que el TPP es un dispositivo
mediador puesto en funcionamiento por una clase intelectual, moralmente
sensible frente a las injusticas que se cometen a los de abajo, pero que
también se escandaliza cuando la plebe no se somete y realiza actos justicieros
por propia mano. A muchos los conocemos bien, muchos de los que gustan de
colocarse a la izquierda del capital juegan ese papel.
Como
sea, sostengo que la justicia popular está totalmente alejado de la forma
“tribunal” así sea permanente o de los miles de pueblos, porque no hace sino
dividir a la multitud excluida en impartidores de justicia, justiciables y
ajusticiados. Porque este aparato tiene una función mediadora y la autonomía
debe poner fin a la mediación, significando a su vez la insurgencia de la
participación directa. Además porque entre los de arriba y los de abajo no
puede haber otra mediación que no sea la de la lucha y la guerra social.
VIII.
Minoría activa -es decir nosotros-: conocer las resistencias para pasar a la
lucha.
Una preocupación recurrente en el medio libertario, sea
cual sea la tendencia, es el grado de intervención en las luchas
reivindicativas cuando estas existen.
Si nuestra voluntad como algún día se dijo es “ir al
pueblo”, debemos abordar esto con espíritu nihilista y no mitificar ni pueblos,
ni acciones, ni organizaciones, sino más bien poder volar todo los espejismos
para propiciar insumisiones que se manifiesten desde lo más profundo de los
huesos de cada quien.
En este sentido, debemos definir cuál es nuestro papel,
principalmente en un ambiente donde no se tienen experiencias autonómas de
expresión del conflicto. Ya de antemano debemos concebirnos como una minoría
por mantener principios y objetivos elaborados, y por devenir en un continuum
de lucha ya permanente, y aunque con muchos altibajos aun resistiendo.
Como sea, esta propuesta se inscribe en términos que
excluyan cualquier visión directiva presente en las ideologías revolucionarias
del pasado, incluyendo la anarquista. Como colectivo muy bien hemos adoptado
dos visiones del zapatismo: “el caminar preguntando” y el “caminar al ritmo del
más lento”. Las metáforas incluyen la forma camino, tópico que remite en todo
tiempo a cuestiones éticas, morales e
incluso tácticas. Sin embargo, nos enfrentamos también ante la posibilidad de
no entender cuando dar un próximo paso y caer en el quietismo; así mismo, de
concebir la lucha desde una perspectiva etapista, cuando la realidad es
impredecible y los conflictos se detonan por situaciones que nunca nos
esperaríamos.
No debemos tener reticencias en constituirnos como un
cuerpo revolucionario especifico –con todas sus implicaciones-, debemos aceptar
que teniendo principios teóricos elaborados tenemos una responsabilidad –por
interés propio- en la aclaración teórica y práctica, en el análisis, difusión y
profundización de la lucha, así como en la localización de rupturas posibles,
sin considerar que esto sea privativo de nosotros, sino más bien complementario
y extensivo al conjunto del movimiento.
Es decir, lo más probable es que existan individuos o
grupos que en cierto momento de tensión tengan más empuje y debemos conocerlos
y participar horizontalmente, debemos dejar de pensar que somos un ente
separado, iluminado por la ideología y empezar a contarnos entre los excluidos,
que solo sostienen una visión muy particular.
Debemos entender que entre nosotros median relaciones de
afinidad, pero que igualmente existen otras redes donde los individuos
interactúan y resisten su condición de explotados sin que se manifieste un
proyecto colectivo que de paso a transformaciones materiales e incluso
simbólicas. Con esto surge la necesidad de ir a donde existen descontentos para
que emerja una coordinación solidaria, horizontal y con autonomía entre las
partes, donde nuestro papel seria el impulsar hacia la experimentación
autogestiva. Por lo tanto, debemos plantearnos como involucrar a las personas
que ya se encuentran en resistencia frente a la problemática socio-ambiental y concebir
una manera en que estas se involucren en la Asamblea para pasar a la acción
inmediata. Y por el otro, enlazar otros nodos que también resisten los abusos para
entrelazar redes de apoyo mutuo y lucha. Esta es la posibilidad que nos ofrece
el TPP.
Creo que debemos plantear esto en términos críticos y
recuperar tres elementos indispensables: la conflictividad permanente, la
autogestión y la acción directa. Claro esto no es nuevo, se encuentra ya
presente en la tendencia informal anarquista, aquí la novedad, si es que hay
tal, estriba en entender la acción directa -incluso la no violenta-, como un
ataque físico o simbólico indistinto. Bien, si nuestra función es entrelazar
redes de solidaridad entre las resistencias o destapar los silencios para pasar
a la lucha, debemos afrontar esto de forma continua e incisiva contra la
situación y contra los personajes que provocan el descontento. Si habremos de emprender
la lucha, debemos plantearla en términos en los que no necesitemos políticos,
partidos o instituciones, como ya sucedió, sino más bien buscar los medios y
recursos para organizarnos y luchar. De igual manera, toda lucha debe
plantearse rechazando toda mediación del adversario, sabiendo que por el
momento el conflicto es meramente reivindicativo, pero que aun así se deben
prefigurar y ensayar desde ya, el tipo de sociedad que vislumbramos y deseamos.