viernes, 31 de octubre de 2014

Carta a lx incautos… O de cómo las desapariciones de los normalistas no pueden separarse de la lucha contra las reformas neoliberales, la represión, la imposición de EPN y la lucha total contra el sistema.


Los días pasan y las discusiones se avivan, los comentarios surgen al calor de las manifestaciones y muchos jóvenes de la “pseudo-intelectualidad” pos-moderna y desencantada lanzan comentarios como: “no van a lograr nada”; “el estado mexicano es invencible”; “la revolución es imposible; “las manifestación solo son desfiles bien portados”; “no todos somos Ayotzinapa, bola de nacos”; o la que más ha provocado discusión , “no entiendo por qué en las marchas tenemos que mencionar las reformas neoliberales cuando la marcha solo es por los desaparecidos”.
Como sea, nosotros pensamos que es imposible prever las consecuencias de una lucha, afirmar la omnipotencia del estado, o la reacción de una multitud al calor de un acontecimiento como el de Ayotzinapa. De igual manera, pensamos inútil enfocarnos en cambiar las opiniones de quienes se encuentran atravesados por una mentalidad hiper-individualista, consumista y nublada por la simulación de la cultura virtual.
En su lugar, preferimos sentir y pensar que no somos los únicos en este mar perverso de servidumbre voluntaria y que no estamos solos al levantar la voz y expresar nuestra voluntad contra las injusticias que comete el Estado mexicano. Nosotros decimos, que no sabemos quiénes son nuestros aliados en esta lucha y que se necesita una tormenta social como la que hoy vivimos para descubrirlo. Que podemos auto-organizarnos para extender la lucha y realizar una crítica total y entusiasta a nuestro actual modo de vivir que se ajusta a las perversidades del sistema.
En este sentido, ver la desaparición y asesinato de normalistas en Guerrero como un hecho aislado y sin relación con lo que sucede en el país, se disuelve ante su propia debilidad reduccionista y reflexiva.
A estas alturas debemos advertir, que por muchos años los estudiantes de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa “Raúl Isidoro Burgos” se han puesto de lado del pueblo y han practicado una verdadera educación científica, gratuita y popular. Además, estos luchadores de la Normal Rural han demostrado a partir de la acción directa, su aversión total ante el sistema capitalista neoliberal y el Estado mexicano
Así mismo, los compañeros constituyen un brazo poderoso de la lucha social en nuestro país; brazo que se ha opuesto a las reformas neoliberales, tanto en la educación como en los energéticos y, las otras que se han orquestado desde la imposición de Peña Nieto.
Es por eso que los asesinaron y los desaparecieron, no porque en Guerrero haya un vacío de poder como pretenden hacérnoslo creer los medios de propaganda como TELEVISA y TV Azteca. Sino porque este es el móvil represivo de este narco-gobierno, mismo que institucionalmente viste de policía y militar, pero que extiende sus tentáculos hasta lo más recóndito de los carteles del narcotráfico para utilizarlos como brazos paramilitares de represión y terror clasista.
Es un error pensar que un hecho particular como los desaparecidos de Ayotzinapa, no guarda relación con otras fechorías e injusticias que se cometen en este país. Sin embargo, creemos también que parte del éxito de este sistema político y económico consiste en lograr mantener el holograma de la separación y la particularidad de los hechos. En base a ello, han logrado que creamos que nos encontramos divididos en categorías como la de estudiante, obrero, ama de casa, homosexual, inmigrante, etc.; mientras allá arriba actúan en consenso con una clara conciencia de su condición de clase dirigente.

Por el contrario, creemos que el éxito de nuestra protesta debe radicar en la capacidad de hacer una crítica coherente de las canalladas que están sucediendo; en la capacidad de hacer relaciones entre las cosas, para comprender al sistema que las produce, y a su vez los efectos particulares del poder: como las desapariciones; los despojos; la progresiva precarización de la vida; la represión; la disminución de los planes de estudio; el deterioro ambiental; etc., etc., etc. Así mismo, en la superación de los roles y obligaciones bajo los cuales el sistema nos tiene dispersos y separados. 

miércoles, 29 de octubre de 2014

Encapuchad@s y sin violencia


Encapuchadxs realizan actos de desobediencia civil y develan el caracter reformista y timorato de los partidos politicos seudo revolucionarios.

Encapuchad@s y sin violencia realizamos acciones de desobediencia civil.

Encapuchad@s y sin violencia pegamos a lo largo de la marcha nuestro mensaje, ya que los medios de comunicación solo repiten las líneas dictadas por el gobierno. Nosotr@s tomamos cada muro y espacio en las calles para que nuestra palabra sea escuchada, las cámaras, micrófonos y cada diario son suyos, están comprados, las calles son nuestras y las haremos gritar ¡resistencia!, el rostro de Emiliano Zapata clamando justicia no puede ser vandalismo.

Encapuchadas y sin violencia bloqueamos las calles, por que la cotidianidad del día a día no puede seguir igual, los carros no deben seguir corriendo y la gente caminando, sin ver, sin escuchar, sin pensar, que nos están matando cada día, que nos están robando cada día y que cada día es otro igual que el que paso. Que la policía se detenga, que se quede atrás, lejos de nosotr@s, no los queremos a nuestro lado, no los queremos ver, los despreciamos, no los queremos por que en cada policía corrupto yace un asesino como los que dispararon contra nuestros  compañeros en Ayotzinapa.

Encapuchad@s y sin violencia tomamos el escenario y los micrófonos del concierto organizado por la UABC, porque la universidad es publica y no privada, es nuestra y no de las autoridades universitarias; porque en la universidad no hay democracia y su rector es acusado de especular con los fondos de lo que considera su universidad, su negocio a través del cual vende proyectos millonarios a la iniciativa privada y al gobierno quien le compra a la UABC lealtad y obediencia con esos contratos. Queremos decirle a las autoridades universitarias que su represión y su soberbia solo provocara más rabia que les explotara en las manos.

Encapuchad@s y sin violencia sentenciamos que ¡Peña Nieto va caer, va caer, va caer, Peña Nieto va caer!

Encapuchad@s y sin violencia rebasamos a los pretenciosos líderes, que pretendían dirigirnos, controlarnos, quienes con sus aburridos discursos y sus arcaicos métodos de lucha solo ahogan el poder de acción de las masas; nos mostraron una máscara bonita pintada de democracia y en la práctica mostraron que pretenden ser la voz a la que el movimiento tiene que obedecer. Demostraron también que se opondrán a cualquier iniciativa y propuesta que no salga de ellos mismos; al modo de López Doriga, Loret de Mola y la SEGOB nos gritaban escandalizados ¡vándalos ,violentos, anarquistas!, poco menos que terroristas, señalándonos como una especie de chivatos y de una forma más vulgar que cualquiera de los políticos del PRD, PAN o PRI. Finalmente, ante la victoria del templete tomado quisieron  montarse e ir a pedir el micrófono que los vándalos violentos habíamos ganado poniendo el pecho al enemigo.

A ellos y a los timoratos les decimos, “Cuando una ley es injusta lo correcto es desobedecer”, como decía Mahatma Gandhi, ¿ahora qué harán, acusarlo también de vándalo violento?

La pasividad es estéril, el pacifismo  es sumisión.

La paz que nos ofrecen es la paz de la miseria, la paz del opresor, la paz que para nosotr@s significa muerte. La misma que desaparece a nuestros colegas, la que roba, hace fraudes, la que prefiere militarizar al país antes que repartir los bienes de forma equitativa.

Por eso y más seguiremos desobedeciendo y gritando: ¡Vivos se  los llevaron, vivos los queremos!

sábado, 25 de octubre de 2014

¿Ciudadanistas o rebeldes?

Ciudadanistas y rebeldes en la opinion pública.
Las desapariciones forzadas de normalistas en Guerrero revelan el nivel de la guerra social que se vive en nuestro país. Por un lado, las redes de poder que atraviesan las instituciones y actúan en la sombra bajo el manto del narcotráfico, develan la organización y complicidad de la clase política con las elites económicas, los corporativos multimedia y las “guardias blancas” que se financian con actividades del crimen organizado.
Por el otro, hace evidente la dispersión que existe en las clases subalternas, quienes maravillados ante el simulacro del espectáculo televisivo y embaucados con las ideologías del consumo y el individualismo urbano, no logran vislumbrar la magnitud de la confrontación clasista que se desarrolla ante sus narices como resistencia ante el “despojo” neoliberal y el reajuste de las relaciones de poder.
No obstante, millones de mexicanos hoy se encuentran en la calle protestando y organizándose ante el actual estado de cosas, de lo cual emergen por lo menos dos estrategias visibles: las vías de la sociedad civil o el ataque. Aunque claro la realidad siempre supera el análisis frio de las apariencias, de lo cual deducimos que habrá casos en que redes resistenciales y subterráneas atraviesan ambas estrategias con la finalidad de cercar al enemigo; a esto le podríamos denominar, si quieren, resistencias híbridas, las cuales considero han sido muy visibles y presentes desde la aparición del neo-zapatismo.
Como ejemplo de agrupaciones que emergen de la sociedad civil y que expresan su repudio a los hechos de Iguala Guerrero y apoyo a las “victimas” se encuentran los comités civiles, los foros y conferencias que han surgido para entablar un dialogo con las autoridades por “el caso”; pero también las instituciones universitarias tipo UNAM o IIC-Museo UABC que han emitido un posicionamiento ciudadano al respecto; la Iglesia y sus actores divergentes como Solalinde; los propios partidos políticos y sus líderes, como fue el caso de Cárdenas, AMLO e incluso el propio PRI; etc., etc., etc.
Como contraparte se encuentran millares de combatientes que han salido a las calles para provocar el ataque y la conflictividad permanente contra el Estado, demostrando que la reivindicación por la aparición de los normalistas desaparecidos puede desencadenar y hacer evidente la violencia estructural que subyace en la relación de gobierno y gobernados.
Debo mencionar que ambas estrategias  presentan características muy particulares que en cierto momento pueden en su caso ahogar la rebeldía o permitir una ruptura a partir del antagonismo que propicie la autonomía de los propios rebeldes ante la ideología de la clase dirigente y su “Frankenstein” ciudadanista.
Por un lado, las vías de la sociedad civil permiten que el descontento fluya por los canales de protesta que ofrece el Estado, lo cual permitirá en su momento, que se ahogue la ira o se recupere la reivindicación inicial en las instituciones, con la finalidad de ejercer una dominación eficaz y sutil sobre la propia sociedad civil.
De igual modo, las opiniones o resolutivos que han surgido desde la sociedad civil permiten que se mediatice el acontecimiento y el conflicto y, que sea recuperado por la opinión pública, fabricándose así nuevos elementos ideológicos que permiten a su vez que los grupos de poder que gobiernan este país preserven su hegemonía.
No podemos rasgarnos las vestiduras ante este hecho, sino más bien develar la ideología que subyace las vías de la sociedad civil, con la finalidad de identificar en el proceso de lucha a los actores que actúan bajo dicha lógica.
Debemos advertir que bajo esta idea se encuentra una confianza liberal y demócrata de que los ciudadanos pueden presentar una resistencia al Estado dentro de los propios medios que ofrece el Estado. Paradójicamente, la finalidad del ciudadanismo pretende reforzar al Estado mediante una democracia representativa eficaz, en la que el ciudadano será el agente pasivo que terminara por supervisar el proceso de democratización.
Resulta interesante observar como a partir de los 43 normalistas desaparecidos más los asesinados, las instituciones y la sociedad civil “bien portada” intentan recuperar este hecho trágico para afinar y ajustar las instituciones políticas y los marcos de participación ciudadana.
Más interesante aún, si consideramos que los estudiantes normalistas de Ayotzinapan representan un brazo fuerte en la presente lucha social, no solo de su Estado sino del país. Y, que estos luchadores de la Normal Rural “Isidro Burgos” han demostrado a partir de la acción directa, su aversión total ante el sistema capitalista neoliberal y el Estado mexicano.
Debemos poner atención a los compañeros en lucha en Guerrero y no tomar como víctimas a los compañeros desaparecidos, sino como bandera y ejemplo de combatividad.
A su vez debemos estar atentos ante la intromisión de los medios como el Canal 66 en la UABC, el posicionamiento institucional del IIC-museo e incluso de las propuestas reivindicativas de la OPT, quienes tal vez –dándoles el beneficio de la duda- no queriendo puedan ahogar la lucha una vez más.
Vienen algunas propuestas como las asambleas interuniversitarias, tal vez un congreso universitario, o tal vez nos ganen una vez más los acontecimientos y un nuevo “trend topic” desvíe la atención del gran público hacia las luces destellantes de la simulación.

Sea como sea, debemos estar alertas e identificar los signos de los tiempos, prever la progresiva precarización que se está efectuando, incluso en la frontera, a partir de la aplicación de las políticas neoliberales; las características violentas que toma la protesta generalmente cuando viene desde abajo; la paulatina pérdida de status de las clases profesionistas; etc.  Desencadenar las pasiones populares para conocer la magia de la revuelta y lograr levantar el velo del simulacro en el que se pierden nuestras aburridas vidas, puede ser una apuesta mayor cuando nos enfrentamos ante la imprevisibilidad de las explosiones sociales; sin embargo, la tensión que logremos generar a partir de la conflictividad permanente debe contribuir a la profundización de la lucha que desemboque en la paralización de la economía y la infraestructura, la toma o deserción de los lugares de producción y distribución, pero sobre todo en el abandono de los roles sociales y las obligaciones que nos impone el sistema. 

martes, 7 de octubre de 2014

Movimiento Estudiantil. ¿Lucha Reivindicativa o Antagonismo?


Los acontecimientos de los últimos días a lo largo y ancho del país dejan entrever la emergencia de una nueva ola de protestas estudiantiles y juveniles como las ocurridas en 2012. A mi parecer estas deben ser clarificadas a partir del debate horizontal, con el fin de sobrepasar los límites impuestos por la reivindicación parcial, la sociedad civil y la debilidad de análisis de algunas tendencias políticas y “revolucionarias”. La finalidad es evitar la ambigüedad y la derrota de la que huimos en el 2012 para auto constituirnos como organización revolucionaria independiente y, brindar un análisis coyuntural para la discusión con los compañeros con los cuales pretendemos construir una tendencia autónoma y verdaderamente antagonista. Sobre lo anterior, sería conveniente situarnos más allá de las validas demandas que presenta el movimiento estudiantil, para pasar a la crítica real del actual estado de cosas.
Debo resaltar el hecho de que aún no pasa ni siquiera un año de las reformas neoliberales y ya se alcanzan a sentir los efectos del “despojo” que se avecina. Aún no ha pasado mucho tiempo de la reforma educativa y ya alcanzamos a sentir como las instituciones educativas empiezan a “cerrar la pinza” de la reestructuración institucional conforme a los cánones educativos del neoliberalismo. Debemos advertir que bajo la lucha particular de los estudiantes del IPN, subyace la lucha contra los efectos del neoliberalismo en la educación; de igual forma los estudiantes que hoy nos lanzamos a la protesta contra las prácticas fraudulentas y antidemocráticas en la UABC, debemos visibilizar la lucha en los términos del antagonismo contra un sistema político insuficiente, basado en la ficción representativa y, contra los efectos del sistema económico neoliberal que pretende ajustar la vida social a su propia dinámica de mercantilización y especulación.
En resumen, si las protestas estudiantiles surgen como resistencia frente a hechos concretos como la descualificación profesional, el fraude y la falta de democracia universitaria, esto no debe hacernos perder de vista que estos efectos en la educación superior no son sino elementos que indican la pauperización progresiva que promueve el sistema económico capitalista-neoliberal y el Estado Mexicano.
En consecuencia, esto debe replantear la forma de lucha, sus dimensiones y por resultado reconocer el límite de la reivindicación parcial ante el recrudecimiento de la ofensiva de las redes de poder que gobiernan en México. No puede pasar lo que sucedió en Ayotzinapan, ni podemos permitir que el asesinato a estudiantes se repita, la coyuntura de este capítulo debe servirnos para evidenciar el carácter clasista del Estado Mexicano y la alianza entre la elite capitalista del país y la elite económica internacional. Pero al mismo tiempo, debe brindarnos las herramientas para hacer visibles los efectos del poder -como es el caso-, con la finalidad de combatirlos y llevar la protesta más allá de la organización pasiva, la ingenuidad política y la subordinación de la lucha a los canales institucionales de la protesta. De lo contrario, estaríamos asistiendo una vez más a otra derrota del movimiento estudiantil y de la juventud, que ante su propia referencialidad no ha logrado articular su lucha con la crítica a la totalidad del sistema capitalista y, con ello, termina por ahogar su rebeldía en la domesticación, ante el beneplácito de los partidos políticos y las limitadas perspectivas de las facciones supuestamente revolucionarias.
Bajo esta perspectiva antagónica, qué significado puede tener la consigna de un congreso universitario cuando el fracaso del sistema político mexicano radica en su naturaleza representativa. O qué importancia puede tener el luchar por democracia universitaria cuando los corporativos colocan gobernantes a su antojo, los gobiernos encarcelan a sus adversarios políticos o los asesinan.
En pocas palabras, si el advenimiento de una crisis universitaria no es sino el reflejo de la crisis del sistema del que somos parte, la lucha no debe entonces limitarse en la reivindicación de modificaciones parciales, sino prolongarse en la conflictividad del propio sistema para su negación -claro, si es que realmente queremos articular un movimiento que anule y supere el actual estado de las cosas-. De otra manera la acumulación de un capital político o la búsqueda de espacios de gestión burocrática para las organizaciones izquierdistas puede una vez más ahogar el movimiento; mientras en su lugar, el antagonismo en las calles nos permitiría articular una crítica total que tendría como punto de partida y finalidad la auto-organización anticapitalista y autónoma del descontento.