Las reformas
neoliberales en México, aplicadas en muchas partes del mundo bajo los auspicios
del FMI, OMC y BM, son reestructuraciones en el contrato mediador entre las
elites y las clases subalternas –nueva leyes, reformas a la constitución,
nuevas formas reguladas de explotación, etc. -.
Se intenta
dar una nueva vuelta de tuerca que legitime la dominación con un pacto reformado
para garantizar un modo de gobernar y gestionar la crisis en un entorno globalizado
y multipolar. La finalidad es asegurar las ganancias y la acumulación de
riquezas, sin importar desposeer y contribuir a la precarización de la
existencia de millones, ni tampoco empujarnos a un inminente colapso ambiental.
Esto debe
ocupar a los libertarios de todas las tendencias, debe hacernos cuestionarnos
sobre qué es lo que sucede, incluso poner en entre dicho si nuestros métodos
organizativos y formas de intervención en la luchas son suficientes
para provocar una transformación, o si por el contrario, estos no se
convierten en instrumentos de la política de los de arriba.
De antemano
debemos establecer que siendo nuestra finalidad anárquica y antiautoritaria,
contra el estado y por las autonomías, hemos de plantear la organización e
intervención en estos términos; es decir, autogestionar las luchas y respetar
la autonomía de cada grupo, a sabiendas de que esta es la mejor defensa de
nuestra propia autonomía.
Comprendiendo
que el régimen social capitalista no es el mismo de hace cien años, que en esta
etapa post-industrial y globalizada este se organiza en red y se descentraliza
cada vez más; debemos transformar las formas y las ocasiones de organizarnos,
aceptar que luchamos en desigualdad de condiciones y que incluso vamos
perdiendo.
Si el capital
multinacional es hegemónico y deja la función policiaca y militarista a los
gobiernos nacionales y la manipulación mental a los medios de comunicación
masivos e internacionalizados; además, si el Estado-capital solo se reestructura
reproduciéndose en el espacio, entonces las redes de dominación atraviesan toda
la vida social y nuestras relaciones.
Por
consecuencia, emergen una cantidad de nuevos conflictos y por ende nuevas formas
de encararlos; luego entonces, debemos abrir todos los frentes necesarios que
exige esta guerra social. La transformación de las relaciones como resultado de
procesos sociales
flexibles, difusos y fugaces exige realizar
cambios en la forma de organización e intervención. Esto nos orilla a buscar la
fluidez e informalidad que den pie a situaciones solidarias y autogestivas como
modo de atacar y transmutar la cotidianidad.
Las distintas
tendencias revolucionarias tienen mucho que aportar a una práctica consecuente
que dé pie a organizar la solidaridad de las clases subalternas y al mismo
tiempo a desencadenar el antagonismo en pos de provocar una liquidación de este
sistema ya decrepito. La aclaración y experimentación teórica y práctica es
responsabilidad de cada uno de los nodos revolucionarios, así como la difusión
y profundización de la lucha y la localización de rupturas posibles.
No podemos
hacer más, otro tanto les corresponde a las multitudes que se embarcan en su
momento a la lucha reivindicativa, es difícil en estos momentos de
incertidumbre enlazar las grandes problemáticas con los efectos locales que
producen el poder y la dominación. Por lo tanto, las posibilidades
revolucionarias de quienes comparten principios elaborados radica en realizar
ensayos autonómicos en el aquí y en el ahora, pero además en buscar una ruptura
y profundizarla.
No puede ser de
otra manera, no se trata de caer en romanticismos de quienes son los pacíficos
y quienes los violentos, quienes sociales y quienes antisociales; se trata de
encarar de manera estratégica y logística una verdadera guerra social, esto no
es un juego académico donde los egos se ven dañados por emitir pobres
argumentos; esto se funda en vidas que ya están siendo engullidas por millares
en los engranajes del sistema.
Por lo mismo
requiere de toda nuestra inteligencia, nuestro instinto y nuestra sensibilidad,
utilizando todas las herramientas a nuestra disposición legadas por siglos de
lucha revolucionaria. Se trata de realizar una apuesta por recorrer el camino
de la lucha permanente, se trata de no perder el espíritu combativo o el
instinto refractario sin el cual todo revolucionario terminaría en el
reformismo y la legalidad.
Talvez un
juego donde poder tejer una red especifica de afinidades revolucionarias donde
los nodos actúen como vectores dentro de las luchas reivindicativas, pero a su
vez donde estos nodos acepten la retroalimentación del movimiento social
autónomo tratando de empujar siempre hacia la conflictividad.
Esta apuesta requiere de principios mínimos que
vinculen y coordinen la operación de estos nodos, pero sin que las partes
pierdan su propia autonomía, principalmente en lo que se refiere a la capacidad
para establecer su propia táctica de lucha, ya sea legal o ilegal.
Lo ideal para
esto sería el secreto, si, como ética y estética; pero ya que algunos están
poco preparados para la prudencia, esto será una opción de cada quien y de
aquellos a quienes elijan entre sus afinidades. Como sea, en la guerra siempre
hay movimientos audaces y torpes, siempre hay guerreros y bocones, pero esto no
debe ser nunca motivo para que nuestro movimiento camine hacia la
centralización. Al contrario, reivindicamos la autonomía táctica para todos y cada
uno de los grupos, y la horizontalidad total para agilizar nuestras
comunicaciones, dejando de lado cualquier tentativa de perder el tiempo en
comisiones o comités especiales.
Si esto es
una guerra habrá que pelearla o huir, ninguna de las dos opciones es menos
honorable que la otra. Si has decidido quedarte entonces mentalízate que esta
será una guerra hasta el final y que en las guerras hay bandos que difícilmente
son reconciliables.
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