martes, 19 de agosto de 2014

Por una Guerra Social en todos los frentes.


Las reformas neoliberales en México, aplicadas en muchas partes del mundo bajo los auspicios del FMI, OMC y BM, son reestructuraciones en el contrato mediador entre las elites y las clases subalternas –nueva leyes, reformas a la constitución, nuevas formas reguladas de explotación, etc. -.
Se intenta dar una nueva vuelta de tuerca que legitime la dominación con un pacto reformado para garantizar un modo de gobernar y gestionar la crisis en un entorno globalizado y multipolar. La finalidad es asegurar las ganancias y la acumulación de riquezas, sin importar desposeer y contribuir a la precarización de la existencia de millones, ni tampoco empujarnos a un inminente colapso ambiental.
Esto debe ocupar a los libertarios de todas las tendencias, debe hacernos cuestionarnos sobre qué es lo que sucede, incluso poner en entre dicho si nuestros métodos organizativos y formas de intervención en la luchas son suficientes para provocar una transformación, o si por el contrario, estos no se convierten en instrumentos de la política de los de arriba.
De antemano debemos establecer que siendo nuestra finalidad anárquica y antiautoritaria, contra el estado y por las autonomías, hemos de plantear la organización e intervención en estos términos; es decir, autogestionar las luchas y respetar la autonomía de cada grupo, a sabiendas de que esta es la mejor defensa de nuestra propia autonomía.   
Comprendiendo que el régimen social capitalista no es el mismo de hace cien años, que en esta etapa post-industrial y globalizada este se organiza en red y se descentraliza cada vez más; debemos transformar las formas y las ocasiones de organizarnos, aceptar que luchamos en desigualdad de condiciones y que incluso vamos perdiendo.
Si el capital multinacional es hegemónico y deja la función policiaca y militarista a los gobiernos nacionales y la manipulación mental a los medios de comunicación masivos e internacionalizados; además, si el Estado-capital solo se reestructura reproduciéndose en el espacio, entonces las redes de dominación atraviesan toda la vida social y nuestras relaciones.
Por consecuencia, emergen una cantidad de nuevos conflictos y por ende nuevas formas de encararlos; luego entonces, debemos abrir todos los frentes necesarios que exige esta guerra social. La transformación de las relaciones como resultado de procesos sociales flexibles, difusos y fugaces exige realizar cambios en la forma de organización e intervención. Esto nos orilla a buscar la fluidez e informalidad que den pie a situaciones solidarias y autogestivas como modo de atacar y transmutar la cotidianidad.
Las distintas tendencias revolucionarias tienen mucho que aportar a una práctica consecuente que dé pie a organizar la solidaridad de las clases subalternas y al mismo tiempo a desencadenar el antagonismo en pos de provocar una liquidación de este sistema ya decrepito. La aclaración y experimentación teórica y práctica es responsabilidad de cada uno de los nodos revolucionarios, así como la difusión y profundización de la lucha y la localización de rupturas posibles.
No podemos hacer más, otro tanto les corresponde a las multitudes que se embarcan en su momento a la lucha reivindicativa, es difícil en estos momentos de incertidumbre enlazar las grandes problemáticas con los efectos locales que producen el poder y la dominación. Por lo tanto, las posibilidades revolucionarias de quienes comparten principios elaborados radica en realizar ensayos autonómicos en el aquí y en el ahora, pero además en buscar una ruptura y profundizarla.
No puede ser de otra manera, no se trata de caer en romanticismos de quienes son los pacíficos y quienes los violentos, quienes sociales y quienes antisociales; se trata de encarar de manera estratégica y logística una verdadera guerra social, esto no es un juego académico donde los egos se ven dañados por emitir pobres argumentos; esto se funda en vidas que ya están siendo engullidas por millares en los engranajes del sistema.
Por lo mismo requiere de toda nuestra inteligencia, nuestro instinto y nuestra sensibilidad, utilizando todas las herramientas a nuestra disposición legadas por siglos de lucha revolucionaria. Se trata de realizar una apuesta por recorrer el camino de la lucha permanente, se trata de no perder el espíritu combativo o el instinto refractario sin el cual todo revolucionario terminaría en el reformismo y la legalidad.
Talvez un juego donde poder tejer una red especifica de afinidades revolucionarias donde los nodos actúen como vectores dentro de las luchas reivindicativas, pero a su vez donde estos nodos acepten la retroalimentación del movimiento social autónomo tratando de empujar siempre hacia la conflictividad.
Esta  apuesta requiere de principios mínimos que vinculen y coordinen la operación de estos nodos, pero sin que las partes pierdan su propia autonomía, principalmente en lo que se refiere a la capacidad para establecer su propia táctica de lucha, ya sea legal o ilegal.
Lo ideal para esto sería el secreto, si, como ética y estética; pero ya que algunos están poco preparados para la prudencia, esto será una opción de cada quien y de aquellos a quienes elijan entre sus afinidades. Como sea, en la guerra siempre hay movimientos audaces y torpes, siempre hay guerreros y bocones, pero esto no debe ser nunca motivo para que nuestro movimiento camine hacia la centralización. Al contrario, reivindicamos la autonomía táctica para todos y cada uno de los grupos, y la horizontalidad total para agilizar nuestras comunicaciones, dejando de lado cualquier tentativa de perder el tiempo en comisiones o comités especiales.
Si esto es una guerra habrá que pelearla o huir, ninguna de las dos opciones es menos honorable que la otra. Si has decidido quedarte entonces mentalízate que esta será una guerra hasta el final y que en las guerras hay bandos que difícilmente son reconciliables.


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