Democracia proviene
del griego, y se construyó a partir de "demos", lo que se puede
traducir como "pueblo", y "krátos", lo que puede significar
"gobierno"
No se critica su significado etimológico, solo su inexistencia
práctica, su utilización dentro del discurso hegemónico, mismo que llega hasta
las instituciones educativas en todos los niveles. Por consiguiente, la crítica
es a la democracia como derecho jurídico-político y no como una construcción
que se da solo con la participación directa en las decisiones individuales y
colectivas; es decir, como una forma de ver y pensar el mundo cotidiano, una
cosmovisión.
La democracia como concepto parece haberse perdido y
deformado a través de los siglos, o al menos eso es lo que parece; desaparece junto con la involución del
lenguaje, aquello que se deconstruye invariablemente y que toma formas
insospechadas, poco inteligibles a las masas desposeídas de la más mínima
estructura lingüística.
Esta, en plena decadencia y desarticulada de manera
ingeniosa se ha vuelto al redil que le dio vida, las clases más privilegiadas,
aquellas con los recursos y alcances suficientes para la manipulación de la
palabra, reduciendo su importancia a solo un emblema encerrado en un discurso
demagógico.
La democracia nunca ha llegado a la conciencia de la
mayoría, ni siquiera en su surgimiento. En la antigua Grecia los filósofos
aristocráticos tuvieron en mente a la “totalidad”, y esta estaba compuesta de
aquellos que merecían –según el orden establecido- llamarse ciudadanos de la
polis, los cuales eran pocos. La mayoría no tenía voz para decidir sobre sus
propias vidas individuales y colectivas,
alrededor del 75 % eran esclavos, trabajadores, mujeres y extranjeros,
los cuales quedaban fuera de este ejercicio social; y así nació la democracia,
la cual nunca llego a la verdadera práctica cotidiana de sus principios
fundamentales.
La democracia –como se dijo anteriormente- se ha
transformado dándole un sentido extra, un calificativo según la intención, ha
cambiado de manera servil las necesidades e intereses coyunturales de una
sociedad jerarquizada. El concepto en solitario parecía limitado aun y cuando
en su interior denotaba lo necesario para sobrevivir, se dividió en diferentes
formas dependiendo de sus prácticas.
Actualmente, estas son las que se llevan de manera más
común en los diferentes estados-nación: democracia representativa o indirecta y
democracia participativa. Una más
limitadas que la otra, la única semejanza es que son una construcción
unidireccional y exclusivista, la cual sufre de una endogamia política por que
invalida la posibilidad del afuera, nada hay más allá, solo el que está dentro
es parte del juego político y social.
El concepto se ha universalizado a tal grado que elimina
cualquier alternativa, así la democracia se presenta como inamovible dentro del
sistema simbólico, y por lo tanto el principio de igualdad inherente queda
rebasado.
Para destituirlo de este sistema simbólico se debe dar la
razón al hecho de que a pesar de sus cambios determinados por aspectos
históricos, sociales y económicos de fondo, su carácter es inalterable y solo
hay una confrontación por su significado y representación.
En la época moderna, la democracia se muestra como el
símbolo institucional que encarnada en la democracia liberal parlamentaria
(democracia representativa) y acorde con
el sistema capitalista es parte importantísima del engranaje económico.
Por supuesto esta versión de la democracia no tiene nada
que ver con su etimología ya que no es inherente a la totalidad -incluyendo a
los grupos antagónicos-, tampoco con
una búsqueda igualitaria en el aspecto material que otorgue mayor libertad de
movimiento en asuntos de la comunidad.
Más bien, acrecienta la
visión individualista -con este individualismo me refiero a la búsqueda
egoísta del goce privado- perdiendo el interés por la forma, inclinando la
balanza hacia el sujeto, al demócrata. Este tiende a ser apolítico y reniega ante
cualquier forma que lo lleve a considerar algo referente a lo “común”; llegando
en su punto álgido con el arribo de la modernidad, muy lejana esta, de una
democracia más pura como sería una democracia directa.
Actualmente hablar de la soberanía tanto individual como
colectiva parecería risible, pero es importante tocar el tema, dado que lo que
interesa es ese discurso populista y engañoso de la democracia de Estado como
representación de las elites.
Es por eso que se tocara un tema aparentemente
inadmisible e impensable como es la critica ya degastada de la existencia del
Estado-nación, sobre todo en una era global donde poco a poco desaparecen las
barreras que separan la libertad de acción del Estado gracias a la perdida de
la soberanía nacional sustituida por una lógica económica que convierte al
planeta en bloques económicos.
Sin embargo, los Estados siguen existiendo como brazos
administrativos de estos bloques, la crítica a la democracia actual se cimienta
con los principios y valores de la democracia, los cuales son contradictorios
con la terminología de Estado democrático, ya que este está basado en la
fuerza, la autoridad, la explotación, la desigualdad.
Como anteriormente se había comentado el estado responde
a una lógica económica que permea al individuo hasta las prácticas diarias de
forma irracional para convertirlo en objeto de consumo y es así que la
democracia aparece como valor de libertad, una libertad de elección de
determinados productos de consumo o servicios, satisfaciendo la parte privada
del sujeto.
Esta forma funciona únicamente bajo la forma de
representación parlamentaria a través del Estado como órgano administrativo y
regulador poniendo por encima los intereses de la cúpula en el poder.
En palabras de Mijaíl Bakunin:
“la producción capitalista
y la especulación bancaria se llevan muy bien con la llamada democracia
representativa; porque esta forma moderna de Estado, basada sobre una supuesta
voluntad legislativa del pueblo, supuestamente expresada por los representantes
populares en asambleas supuestamente populares, unifica así las dos condiciones
necesarias para la prosperidad de la economía capitalista: centralización
estatal y sometimiento efectivo del soberano –el pueblo- a la minoría que
teóricamente lo representa pero que prácticamente le gobierna en lo intelectual
e invariablemente le explota”
Como podemos ver la democracia lanzada desde lo más alto
solo sirve para eliminar las alternativas de una sociedad que pudiera ser más
igualitaria en términos positivos. Los de abajo, la mayoría, no necesitan de
una democracia que fomente la inmovilidad o mejor dicho la movilidad esporádica
que dicta el derecho ciudadano, no necesita representantes, tal vez delegados,
la democracia debería ser una forma cotidiana de decidir en los aspectos esa cotidianidad.
Los individuos deben actuar, ya no como sujetos, sino
como actores de cambio, crear sus propios dispositivos que logren un desarrollo
pleno de la democracia y que esta no se quede como un concepto utópico y dado
por otros, sino construido en base a una praxis del “nosotros” que sea
introducido en las conciencias y en el lenguaje común.
Por supuesto que no hay mejor lugar para fomentarla que
los espacios de socialización, esos lugares donde adquirimos y transformamos
los modos de pensar, sentir y actuar en relación con nosotros mismos, con otros
y con la colectividad.
Esos espacios son aquellos donde se aprende y se transforman
los valores y las visiones de la vida; de acuerdo como funcionan esos espacios
funciona la sociedad misma y esos espacios no son otros que la familia, la
calle o el barrio, el grupo de amigos, las organizaciones comunitarias y todo
lo que se llama “escuela” en términos técnicos no institucionales.
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