martes, 2 de diciembre de 2014

¡Fuera peña!… ¡Que se vayan todos!… ¡No más gobiernos, ni líderes baratos!...


Cuando gritamos ¡Fuera Peña! y ¡Que se vayan todos!, no es para echarlos del país solamente, no es para que se vayan ellos y vengan otros supuestamente más patriotas o demócratas. No, no lo hacemos para que venga un gobierno más benevolente; no lo hacemos para que vengan los señores de la ambigüedad y la reforma a gobernarnos.
Si gritamos ¡Fuera Peña!, no es para que en su lugar se coloque algún politiquillo de las distintas facciones que hoy se suman a la lucha popular; no es para que se engrandezca la izquierda o la derecha, alguna organización, o alguna de esas propuestas que vienen de la intelectualidad en forma de nuevas leyes; sino para que el pueblo sea el que mande.
Cuando gritamos ¡Fuera Peña!, gritamos nuestra aversión al gobierno mexicano, al estado que nos ha asesinado, que se arma para defender el despojo de los de arriba y combatir a los de abajo que se rebelan.
Cuando gritamos ¡Que se vayan todos!, no es para que vengan unos nuevos; no es para que haya una nueva generación como clase dirigente, sino para echar de nuestras vidas la lógica que dicta que unos tienen que gobernar y otros tienen que ser gobernados.
El grito de ¡Fuera Peña!, y ¡Que se vayan todos!, es la memoria de los vivos de Ayotzinapa; pero es también, la memoria indómita de una tradición de más de 500 años de lucha y resistencia contra la tiranía y la servidumbre que desde arriba nos han querido imponer. 
Sabemos que muchos se han montado en esta lucha para tratar de dirigir; su pensamiento vanguardista les nubla el pensamiento y les hace ver enemigos en el propio pueblo que no los acepta como líderes.
Muchos de ellos se irán tras otra rebelión como si esta fuera cuestión de moda, como buenos activistas siempre están más atentos a la agenda política, que a la construcción de un mundo nuevo.
Por el contrario, nuestra lucha es por hacer salir de nosotros el policía, el gobernante, el delator, el comerciante usurero que llevamos dentro, es hacer un cambio de mentalidad; de la mentalidad de estado, de la mentalidad mercantilizada y consumista.
Cuando nos lanzamos a la lucha no es para imponer y representar a otros, sino para encontrar cómplices con quienes compartir nuestra rabia y deseo de otra forma de vivir. Nuestra lucha es también  por los compas de Ayotzinapa, es por los ejidatarios contra la CFE, es por democracia universitaria, contra el gobierno y el despojo, es por la tierra toda; pero no para encontrar un espacio desde donde administrar algún tipo de poder, sino para hacer saltar por los aires la iniquidad y las estructuras de dominación.
Y si en el camino tenemos que hacerlo, entonces que no quede piedra sobre piedra.


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