jueves, 15 de enero de 2015

Asistencialismo, violencia del Estado.

Como cultura en nuestro país, la asistencia social ha tenido siempre un papel muy importante, desde la práctica inmediata, es decir, la acción misma de acudir a recibir la ayuda ofrecida, hasta la reproducción de una idea paternalista hacia el Estado, la espera del padre proveedor y solucionador, promoviendo una supuesta incapacidad de la sociedad para tomar decisiones, limitando nuestra propia libertad.

La asistencia social no es más que otra forma de violencia de bajo impacto por parte del gobierno, y la manera en que lo hace asegura su existencia, pues la idea de Estado, donde la sociedad civil es regulada en todos sus aspectos, nos envuelve en una miseria creada despiadadamente por un grupo en el poder que defiende intereses particulares. El Estado ofrece convenientemente unas migajas al pueblo, perpetuando así un ciclo de explotación, manteniendo con ello acallados los conflictos que se generan y que hacen ruido, haciéndolos pequeños, lo suficiente para que el pueblo no se organice.

Primeramente nos debe quedar claro que las condiciones de desigualdad, pobreza y exclusión social, son condiciones creadas por el gobierno opresor que no busca la solución sino mantener la situación para beneficio propio. El proteccionismo de supranacionales, la dinámica global, la interdependencia económica y la complejidad del sistema social, condicionan realmente lo que en el modelo económico dominante llaman Bienestar Social, donde los gastos sociales son rechazados por no generar riqueza.

El mayor problema de los programas asistenciales es la dependencia que generan, ya que en este falso proyecto lo que se busca es la constante ilusión de solución a las necesidades, y realmente no se genera una visión holista del o los grupos a quienes van dirigidos, tales programas se encuentran llenos de corrupción y robo descarado –Como lo ocurrido en SEDESOL, con Rosario Robles, donde se terminaron vendiendo las despensas- y terminan en el fracaso –como Progresa, Procampo, Produce, etc.- .

El discurso oficial evoca a una falacia que promueve el Estado de Derecho, cuando realmente es un Estado asistencial, donde al trabajador, siendo la principal fuerza económica y la mayor fuerza de transformación, no se le puede garantizar su derecho al trabajo, y se vuelve necesario asistirlo en vivienda, educación, alimentación, salud, manteniéndolo en constante dependencia en una relación de poder asimétrica de arriba hacia abajo con las diferentes instituciones encargadas de realizar las políticas de subsidio e inclusión.


El mejor ejemplo de un sistema perfecto asistencial, es el esclavismo. Donde los dueños eran los encargados de dar solo un poco a los esclavos, apenas para ponerse en pie y seguir trabajando. En la actualidad, la distribución de la riqueza con la que cuenta nuestra tierra sigue siendo asunto de unos pocos, y hemos legitimado que la proporción más pequeña sea para el pueblo, esclavos al fin de cuenta.

Los más de setenta años del priismo, la alternancia panista  y ahora el gobierno de Peña Nieto, nunca han tenido como propósito la erradicación de la pobreza o la garantía de la educación, sin embargo el adormecimiento de la sociedad a través de programas sociales ha funcionado, manteniéndonos separados, en la constante búsqueda de nuestras propias ¨oportunidades¨, promoviendo el individualismo y estigmatizando toda forma de lucha colectiva.

Pero, el fracaso de su supuesta democracia se vuelve cada vez más evidente, la crisis de credibilidad la buscan solucionar a través de sus medios de comunicación, por eso nos regalan televisores, para seguir manipulándonos, para que el circo continúe aun faltando el pan.


Las calles militarizadas, el secuestro de estudiantes, el asesinato de reporteros, son solo el terror que le tienen a un pueblo informado, consiente, organizado y dispuesto a luchar por mejores condiciones de vida. Un pueblo que ya se dio cuenta que la solución es que se ¨vayan todos¨, no ocupamos más despensas, becas a medias, ni subsidios en sus servicios, necesitamos una organización desde las bases de la comunidad.


Dejemos de depender, es hora de organizarnos por una equidad y justicia para todos.

Maldito sea el sentimiento de agradecimiento, es tiempo de morder la mano que da limosna al pueblo.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario